Casa Zirio

Dunas

El cielo se convierte en duna, el horizonte de arena.

En la obra de Rafael Gomezbarros, desiertos y dunas emergen como metáforas de la condición humana, ofreciendo una mirada profunda a la existencia, la espiritualidad y un viaje de contemplación interior. Navega por estos paisajes áridos para revelar las profundidades de la experiencia de la vida y la búsqueda de significado.

Los desiertos, con su extensión árida y sus horizontes aparentemente infinitos, evocan una sensación de vacío existencial y aislamiento. En su obra fundamental Así habló Zaratustra (1884), Nietzsche explora el concepto de desierto como metáfora de la ausencia de significado en un mundo sin Dios. Para Nietzsche, el desierto no es sólo un paisaje físico sino también un espacio metafórico dentro del alma humana. Es un lugar donde los valores arraigados y la moralidad impuesta pierden significado y, por lo tanto, los individuos deben enfrentar el vacío y crear nuevos significados y valores para sí mismos. En este sentido, el desierto es un espacio a la vez aterrador y liberador, que ofrece la posibilidad de renovación y superación personal. Por su parte, Heidegger, en su filosofía del ser, profundiza en la noción de “morar” como aspecto fundamental de la existencia humana. Para Heidegger, el desierto representa un espacio de apertura radical, donde podemos afrontar las cuestiones fundamentales de la existencia y encontrar una conexión más profunda con el ser. En Gomezbarros, el desierto se convierte en un lugar de peregrinación, donde hay que encontrar la luz perdiéndose.

Las dunas, con sus arenas inquietas y sus formas onduladas, son al mismo tiempo el origen y la derivación del proceso de investigación del artista. Así como el viento esculpe las dunas, modelando y remodelando sus contornos, Gomezbarros crea estas instalaciones homónimas a través de texturas, tonos y contrastes únicos en su mirada. Los cristales de colores que forman parte de sus obras son como prismas de posibilidades, refractando la visión, iluminando el mundo en tonos de rojo, azul y amarillo, revelando una mirada oculta bajo una nueva luz. Es una respuesta a los pensamientos siempre cambiantes de la vida. A través de sus obras invita al espectador a contemplar la impermanencia de las cosas y las vicisitudes existenciales como granos de arena que se escapan cuando intentamos atraparlos con las manos.

En su exposición más reciente, Dunas, Gomezbarros emprende una búsqueda tanto literal como metafórica, que simboliza una incursión hacia el autodescubrimiento y la iluminación. Esta exploración del paisaje desértico resulta en un ritual de conexión entre lo espiritual y la naturaleza. En la composición de sus obras, la convergencia de arenas, óxidos y pigmentos son gestos efímeros que evocan una sensación de trascendencia, invitándonos a expandir nuestros límites individuales y fusionarnos con las fuerzas elementales del universo.

Texto de: Viviana Mejía

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